
Hoy, Israel es un país donde la mayoría de su población ha vivido en la tierra por menos de una generación. Si bien es probable que hayas tenido que empacar y mudarte de un lugar a otro en algún momento de tu vida, muchos inmigrantes judíos tuvieron que acomodar su vida entera en una maleta cuando hicieron la aliyá. Luego, debieron aprender una nueva cultura y un nuevo idioma, y, muchas veces, un oficio completamente nuevo; algunos hacen todo esto en compañía de niños pequeños.
Sus historias son tanto desgarradoras como inspiradoras, pero, aún más importante, están llenas de pruebas de que Dios nos vigila de cerca y mueve las piezas de nuestras vidas de aquí para allá con el fin de llevar incluso a las personas más quebrantadas a Su redil.
Nos encanta compartir las historias de IStandwithIsrael.* Esperamos que te ayuden a ver que tu participación en Maoz, por más chica o grande que sea, genera cambios en situaciones de la vida real: de vidas sumidas en la desesperación a vidas rebosantes de agradecimiento. Cuando los creyentes de Israel se fortalecen, sus vidas son un testimonio de la voluntad y la capacidad de Dios para cuidar de los Suyos, y esa es una poderosa invitación en Israel a aquellos que todavía no forman parte de Su Reino.
* Israel es un país pequeño, y algunas de estas historias contienen información personal. Por eso, hemos modificado algunos nombres y una foto para proteger la privacidad de las familias.

Devolver
Mehret
Tenía diez años cuando mi padre nos trajo a mis hermanos y a mí a Israel desde Etiopía. El país nos conectó al sistema de inmigración, así que aprendí hebreo y después fui a la escuela. Terminé la secundaria y, como todo habitante israelí, fui directo a las fuerzas armadas. Me reclutaron en una unidad de combate de recopilación de información, y no podía estar más feliz de servir a mi país.
Desde niña, aprendí que la única manera de progresar era trabajar duro. Por eso, tan pronto como completé mi servicio, conseguí empleo. Estaba viviendo la vida que siempre había deseado, y todo marchaba a la perfección. Entonces, a los 25 años, di a luz a un hermoso niño. Creí que su padre estaba tan comprometido como yo con la idea de formar una familia, pero a poco de nacer nuestro segundo hijo, nos abandonó.
Continúe trabajando, pero todo lo que ganaba lo destinaba a cubrir los gastos de mis dos hijos. Más tarde, su padre fue preso, y la poca ayuda que nos ofrecía desapareció con él. Cuando ya no pude hacerme cargo de la renta, el servicio social intervino para intentar ayudarme, pero sus procesos eran demasiado complicados y solo me hacían las cosas más difíciles. Mi deuda con el banco se iba acrecentando, y comencé a deprimirme y a beber mucho. Solo cuando la trabajadora social me quitó a mis hijos, me di cuenta de cuán bajo había caído y de que haría todo lo que estuviera en mi poder para recuperarlos.
Ingresé en Beth Yeshua a fin de rehabilitarme, y allí me limpié del alcohol ¡y de mis pecados! Las trabajadoras sociales notaron mi cambio y, en ocho meses, me devolvieron a mis hijos. Desde ese entonces, he caminado con el Señor y he sido parte de una congregación. ¡Ya pasaron tres años!
Aun así, si bien había limpiado mi pasado ante el Señor, no lo había hecho ante los bancos. Debía tanto dinero, con años de intereses incluidos. Fue allí cuando los consejeros del centro de rehabilitación me comentaron sobre IStandwithIsrael (ISWI) y me ayudaron a presentar mi solicitud. Estoy tan agradecida de que ISWI me haya aconsejado y ayudado con mi deuda, ahora podré recuperar el control de nuestras vidas. Les estaré eternamente agradecida. Dios en verdad me devolvió la vida de todas las formas posibles.

Fortalecer
Oxana y Andrei
Corría el año 1997, y nuestras vidas eran un caos. Mi esposo, Andrei, y yo acabábamos de tener nuestro primer hijo cuando a Andrei lo arrestaron y enviaron a prisión. Fue un momento muy difícil para mí desde lo emocional y físico. Un día, vi un programa de tv sobre Yeshúa y le entregué mi vida al Señor. Casi al instante, las cosas comenzaron a cambiar. Me uní a una congregación y fortalecí mi relación con Dios.
Entonces, empecé a sentir esta extraña necesidad de mudarme a Israel. Mi madre y yo oramos por eso, y los líderes de nuestra congregación llegaron a la conclusión de que esto venía del Señor. Así que, hice la aliyá con mi madre y mi hijo de cinco años. Sin embargo, me negaba a dejar a mi esposo; oré mucho por él mientras estuvo preso.
Pasó un año, y Andrei también recibió al Señor; seis meses después, lo liberaron en Ucrania, y nos reencontramos en Israel. Aquí, tuvimos dos hijos más. Hoy, toda nuestra familia camina con el Señor y participamos en la congregación Melech Hakavod (Rey de la gloria) desde el primer día que llegamos al país.
Lo más difícil de vivir en Israel es la vivienda. Encontrar un lugar que funcione para nuestra familia, empacar y desempacar o tener que lidiar con propietarios problemáticos: estas cosas pueden consumirte la vida. Como los precios de alquiler pueden subir y bajar de modo drástico de un año al otro, nos mudamos seguido. En la actualidad, nuestro hijo está casado, nuestra hija mayor comienza la universidad y nuestra hija menor está haciendo el servicio militar en una unidad de combate.
Ya que nuestros hijos no vivían en casa, mi esposo y yo buscamos una manera de comprar un departamento pequeño para no tener que seguir mudándonos al envejecer. Ninguna familia de clase media de Israel puede darse el lujo de pagar los precios del mercado de bienes raíces, entonces el gobierno estableció normas según las cuales un cierto porcentaje de departamentos a estrenar deben venderse con descuento. No nos cabía más felicidad en el cuerpo cuando nos enteramos de que cumplíamos con los requisitos para uno de ellos.
No obstante, al igual que con muchas otras cosas en Israel, nada salió tal como lo planeamos. Después de haber firmado, la construcción se retrasó unos tres años, de modo que debíamos pagar una hipoteca y, a la vez, alquilar un lugar donde vivir si queríamos conservar el departamento. No era fácil, pero sabíamos que era la única oportunidad que nos quedaba de tener nuestro propio hogar.
Nos faltaban tan solo dos meses para completar el pago final, que se haría al darnos las llaves, cuando me despidieron del trabajo, justo con la irrupción de la crisis de la COVID-19 en el mercado. Me sentía tan desilusionada de haber llegado tan lejos para perder en la recta final. Sabía que no había manera de juntar esa cantidad de dinero en tan poco tiempo, pero igual oré porque es lo que siempre hice.
Algunas personas de mi congregación se habían enterado de nuestra situación y nos dijeron sobre la ayuda económica que IStandwithIsrael les brindaba a los creyentes de la tierra que pasaban por un momento de necesidad. Nuestra esperanza renació y enviamos la solicitud. Cuando recibimos la notificación de que ISWI la había aprobado, lloramos como bebés ante la fidelidad de Dios. Nos trajo a nuestro hogar en Israel y luego nos dio hogar en Israel.
Agradecemos al equipo de ISWI y a Maoz, les damos gracias por los generosos corazones de sus colaboradores que ayudan a creyentes de Israel a quienes jamás conocieron. Que Él los bendiga ricamente y los fortalezca como lo hizo con nosotros.

Rescatar
Lana
Me crie en una familia de comunistas devotos. No conocía a nadie que creyera en Dios; y en la escuela, todos se burlaban de los judíos. Un día, descubrí que mi padre era judío y estaba aterrada de que los estudiantes y los profesores se enteraran. Ningún lugar se sentía seguro después de esto. En casa, mis padres discutían tanto que decidí casarme lo más rápido posible y mudarme. Sin embargo, después de que me casé y tuve mi primer hijo, caí en la cuenta de que mi nueva vida no me hacía más feliz.
Pronto, me enteré de que mi esposo salía de noche con frecuencia para encontrarse con otra mujer, y nuestro matrimonio se desmoronó. Después de un tiempo, conocí a otro hombre que me aceptó no solo a mí, sino también a mi hijo, y nos casamos. Nuestro matrimonio no estuvo libre de obstáculos, pero su madre y su hermana que eran fervientes creyentes oraron por nosotros. Me contaron sobre Yeshúa, y vi luz en sus vidas.
En 2005, mi esposo y yo decidimos hacer la aliyá y, como familia, mudarnos a Israel. Algunos meses antes, sucedieron dos cosas importantísimas en mi vida: quedé embarazada y acepté el mensaje de perdón y de la vida eterna. Ahora que contaba con Yeshúa en mi vida, mudarse a Israel se convirtió en algo todavía más significativo, y cuando llegamos, me conmovió la belleza de la tierra.
Si bien los dos habíamos querido venir a Israel, al llegar, mi esposo ni siquiera se esforzó por buscar un empleo para mantener a nuestra familia y me prohibió unirme a una congregación. El nacimiento de nuestro primogénito en nuestra amada tierra debió ser una ocasión alegre, pero, más que nada, recuerdo solo peleas. Un día, descubrí revistas de pornografía en nuestra casa y, bajo su atenta mirada, salí a tirarlas en la basura. Se enojó tanto que me golpeó en la cabeza, entonces llamé a la policía y me llevaron junto con mis hijos a un refugio para mujeres víctimas de violencia.
Al pasar el tiempo, regresé con mi esposo porque no perdía la esperanza de que mis hijos tuvieran una vida de familia normal. El estrés de todo, sin embargo, estaba afectando mi cuerpo, y unos meses después del primer cumpleaños de nuestra hija, me diagnosticaron cáncer en etapa 4. Me dijeron que había un tratamiento, pero que iba a experimentar momentos de cansancio y que quedaría estéril producto de la radiación. Había tocado fondo, y le escribí a mi suegra. Ella se comportó de maravillas y accedió de inmediato a venir a Israel para ayudarme con los niños a fin de que yo pudiera enfocarme en el tratamiento.
Al final, su influencia en nuestro hogar me posibilitó asistir a una congregación. Comencé con la quimioterapia y, como mi esposo no podía conservar ningún empleo, vivíamos de las prestaciones médicas que me daban. Con frecuencia, pasábamos hambre, y las revistas reaparecieron en casa. Estuvimos peleando y discutiendo así durante tres años, hasta que un día cuando volví del tratamiento, mi esposo me preguntó: «¿Cuándo morirás de una vez?». Escucharlo fue muy duro, y con mucho dolor acepté que él simplemente no quería ser el esposo y padre que yo deseaba que fuera.
Las personas de mi congregación fueron un enorme sostén durante estos momentos difíciles y se unieron a la congregación de mi suegra en Ucrania para orar por mí y mi sanación del cáncer. Entonces, un día, de la nada, los médicos me dijeron ¡que ya no podían detectar rastros del cáncer! ¡Era un milagro!
Para más alegría, el gobierno israelí me concedió un departamento por mucho menos del valor de mercado. Sabía que, como ahora estaba sana, podía trabajar para pagarlo. ¡Era el Salmo 113:9 hecho realidad! «A la mujer que no tuvo hijos le da la alegría de ser madre y de tener su propio hogar».
Trabajé durante diez años como cuidadora de ancianos mientras, a la vez, criaba a mis hijos y pagaba mi casa, pero me lesioné la espalda al levantar a uno de mis pacientes. Como ya no podía levantar a nadie, la compañía me despidió. Al instante, comencé a estudiar y capacitarme para un empleo similar en el que no se necesitará tanto esfuerzo físico. Pedí un préstamo para cubrir el costo del curso y el desempleo momentáneo.
Terminé el curso y encontré un maravilloso empleo en un hogar de ancianos. Por desgracia, no me alcanzaba para alimentar a mi familia y pagar el préstamo. Entonces, algunos amigos de mi congregación me comentaron sobre IStandwithIsrael de Maoz, y presenté mi solicitud a través de mi pastor.
Dos veces en la vida, fui testigo de un verdadero milagro. La primera, cuando me curé del cáncer; la segunda, cuando IStandwithIsrael pagó toda mi deuda. ¡Gracias, ISWI y colaboradores! Dios me rescató

Fortalecer
Yanina
Antes de que emigráramos a Israel, mi esposo era un rabino mesiánico de nuestra congregación en Ucrania. Vivíamos bien en donde estábamos y ambos éramos ministros respetados de nuestra ciudad. No obstante, en el fondo de nuestro corazón, queríamos que nuestros cuatro hijos pequeños (de 8, 6, 5 y 2 años) conocieran Israel como su hogar. No fue una decisión nada fácil ya que a dos de nuestras hijas les iba muy bien compitiendo en gimnasia artística, y no sabíamos los tipos de programas de gimnasia que tendría Israel. Elegimos creer que se haría la voluntad de Dios.
La hija mayor de Yanina obtiene el primer lugar en el Festival Internacional de Danza de Israel
Empacamos todo lo que teníamos y nos despedimos de nuestros seres queridos. Así, el día antes de embarcarnos en el avión a Israel, mi esposo murió de forma súbita. Estábamos devastados. Nos quedamos lo suficiente para enterrarlo y hacer el duelo, pero tras un mes, decidí que era hora de cumplir lo que él soñó para nuestra familia, que echáramos raíces en Israel.
Al llegar, encontramos una congregación y comenzamos a servir allí. Además, descubrimos un excelente programa de gimnasia para las niñas, que en verdad las ayudó a sentirse como en casa. Los primeros días son los que más cuestan cuando plantas un esqueje en la tierra, y la ayuda que nos brindó IStandwithIsrael tanto con las compras como con las clases de gimnasia de mis niñas nutrió nuestro suelo mientras nos adaptábamos a nuestro nuevo país y a nuestra nueva cultura.

Rescatar
Rizik
Rizik y su esposa Shafika nacieron y crecieron en Nazaret. Ya como pareja casada, les surgió la oportunidad de mudarse a California, donde él fundó la primera iglesia árabe bautista de San Francisco. Tenían una buena vida, pero un día sintieron que el Señor los llamaba a regresar a Nazaret, por lo que hicieron las maletas y se mudaron de regreso junto con sus tres hijos a la ciudad donde se crio Yeshúa (si bien, en el presente, es una ciudad mayormente musulmana).
Al poco tiempo de haberse asentado y comenzado a servir en una congregación, a Shafika le diagnosticaron cáncer. El diagnóstico la devastó y le causó depresión. Por eso, su médico y su psicólogo le recomendaron que abriera un negocio para mantenerse en movimiento y ocupada.
Rizik, un arquitecto de profesión que diseñó uno de los edificios de congregación más emblemáticos de Israel en el Monte Carmelo, no sentía que tenía la concentración necesaria para un negocio, pero quería ser comprensivo con su esposa. Juntos abrieron un restaurante cerca del mar de Galilea. Aunque el restaurante les daba muchas alegrías al principio, a medida que el tratamiento avanzaba, su esposa no podía estar a la altura de las exigencias del negocio, y fracasaron.
No mucho después, el cielo tocaría a las puertas de su hogar. Cuando aún seguía haciendo el duelo por la muerte de su esposa, le notificaron que su único hijo había contraído meningitis. El niño murió a los pocos meses. Ya bien entrado en sus 60 años de edad, Rizik se quedó sólo con sus dos hijas y las deudas del restaurante de su difunta esposa que rozaban los 250 mil dólares.
Durante los siguientes veintidós años, continuó desempeñándose como ingeniero, y también sirviendo como anciano en la iglesia bautista de Nazaret. No obstante, las continuas batallas legales, las llamadas de los bancos y las visitas de las agencias de cobranza en su pequeño departamento a fin de confiscar lo que quisieran, eran una oscura nube sobre su cabeza que lo perseguía.
Entonces, en el invierno de 2019, un juez resolvió que si Rizik podía pagar el 10% de la deuda (40 mil dólares) en un plazo de cinco meses, se le condonaría el resto. Si no lo lograba, los bancos le confiscarían su departamento, que era el único bien que le quedaba y que pensaba heredarles a su hija, su yerno y su nieto que vivían con él. La resolución era un avance milagroso y, a la vez, a sus 84 años, casi una misión imposible.
Sin embargo, Rizik había prometido dedicar su vida a servir y ahora le estaba pidiendo a Dios que lo ayudará a beneficiarse. Amigos de todas partes, tanto árabes como judíos, se solidarizaron con él a fin de ayudarlo a reunir a tiempo el dinero para los pagos mensuales. El último pago estaba programado para el mes de abril de este año, justo cuando surgió la COVID-19 y todo se paralizó.
La línea de meta estaba ahí, pero el dinero no. Los negocios habían bajado las persianas e incluso muchos de los bancos habían cerrado. Las personas no podían trabajar, y sus conocidos habían dado todo lo que podían.
Nuestro equipo de IStandwithIsrael se esforzaba por recolectar el dinero necesario para alimentar a los cientos de familias antes de la Pascua judía cuando escuchamos de este hombre en Nazaret que estaba a punto de perder su departamento, en plena pandemia. Sin duda, Dios no quería que sucediera esto.
Al principio, pensamos que debíamos alcanzarle el dinero porque su plazo venció durante el receso de Pascua, y los bancos no abrirían a tiempo. En ese momento, las autoridades anunciaron que cerrarían todos los caminos a fin de cumplir con el confinamiento de Pascua, y nos dimos cuenta de que no lograríamos ir y volver a tiempo. Al final, nuestro banco, que está profundamente comprometido con nuestra labor de ayudar a las personas en esta crisis, hizo el esfuerzo extra y se aseguró de que el dinero estuviera depositado en la cuenta de Rizik antes de que se cumpliera el plazo. Cuando, por fin, nos comunicamos por teléfono con él, se las ingenió para pronunciar un «gracias» entre sollozos.

Fortalecer
Ciudad de vida – Congregación
Cuando las personas que conocemos planifican un paseo turístico por Israel, unas semanas antes, en Maoz solemos recibir algunas llamadas con el fin de «cerciorarse» de que todo esté seguro. La típica respuesta que nos gusta dar, ¡con una sonrisita!, es que es más seguro caminar por las calles de Jerusalén o Tel Aviv a las 2 de la mañana que por casi cualquier otra ciudad del mundo.
Dicho esto, les explicamos que hay algunas zonas que es mejor no visitar a menos que el Señor en realidad los necesite allí. Sderot es uno de esos lugares. Esta ciudad se encuentra a unos kilómetros de la frontera de Gaza, donde a los niños palestinos se les enseña durante el jardín y toda la escuela primaria y secundaria las virtudes de lanzar misiles.
la estación policial de Sderot tiene una colección que consiste en cientos de restos de misiles que se dispararon desde Gaza
Sderot se construyó décadas atrás cuando la zona era pacífica, antes de que el grupo terrorista Hamás se apoderara de la región. Por eso, muchas de las casas que allí se construyeron no cuentan con refugios antibombas. En la actualidad, los refugios antibombas públicos están por todas partes ya que los habitantes de esta ciudad, tanto jóvenes como adultos, viven día y noche en estado de alerta. Se lanza al menos un misil al mes, a veces hasta cientos de ellos en un solo día. Los ciudadanos tienen tan solo 15 segundos entre los momentos en que suena la sirena y se estrella el primer misil.
Fue a este pueblo que Michael y Dina Beener sintieron que el Señor los llamó. Lo que comenzó hace 20 años atrás en una universidad local con actividades comunitarias para los jóvenes evolucionó hoy en una exitosa ayuda humanitaria y congregación.
A pesar de los judíos ortodoxos locales que atacan sin cesar su labor, los funcionarios de la ciudad reconocieron abiertamente la integridad y la influencia positiva de Michael y Dina en la comunidad. Su congregación es un faro en una ciudad plagada de estrés postraumático. Así, cuando nos solicitaron que los ayudáramos con algunos equipos para el nuevo centro de congregación, en IStandwithIsrael nos sentimos honrados de participar.